UN PASEO MATINAL
Volver a La Clara en una fresca mañana de finales del verano es un viaje hacia un auténtico oasis natural sólo reservado a unos pocos. Volver a este rincón de Aliaga es embeberse de belleza natural y disfrutar de una sinfonía plural de colores, aromas y sonidos. Volver a surcar este sinuoso camino, dejando a la izquierda un regato claro y cristalino, es disfrutar por unos instantes de un tiempo detenido, asilenciado. Te acercas a uno de los rincones más pintorescos de tu pueblo el domingo por la mañana y vuelves a disfrutar de un sol que acaricia, de una brisa que cosquillea, de un silencio que traspasa todas las fronteras. Dejas la bicicleta al borde de la carretera que conduce a Miravete de la Sierra y comienzas a caminar entre chopos, carrascas, sabinas y algún enebro. El camino serpentea y, como lo conoces casi de memoria, no te resulta pesado. Después de avanzar unos quinientos metros, contemplas la cascada que no cesa de entonar sobre el verde del musgo y sobre la piedra humedecida una eterna canción de sosiego y fugacidad heraclitiana. Contemplas el fluir del agua durante unos minutos. Unos buitres merodean en el horizonte nítido y azulado. El aroma de las plantas lo inunda todo. Las mariposas pregonan su libertad y, bajo el agua cristalina, dicen que aún queda algún cangrejo autóctono, incontaminado. Regresas de La Clara con los sentidos inundados de este plácido amanecer dominical. Te has saturado de luz, de claridad, de verdor. Te has embebido, un año más, de lo más natural. Este año el agua y la humedad lo dominan todo. El verano ha pasado sólo de puntillas por este bello rincón tan admirado por los habitantes de Aliaga y por todos los que disfrutan de su entorno.
(Encontrado en el blog josemarco.blogia.com el 9-9-2.010)
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