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Aliaga en la red

LAS ERAS

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     Todavía recuerdo que, en mi temprana infancia, las eras eran un lugar de juegos, de aventuras, un recinto lúdico. En mi pueblo había eras de todo tipo. Estaban cubiertas de hierba y en verano, cuando llegaba el tiempo de la cosecha, recibían la mies espigada que era triturada por el trillo que daba vueltas y más vueltas como una noria, y aventada por una máquina rudimentaria, que entonces nos parecía el invento más sofisticado.

     Recuerdo especialmente la era del tío Juan – que aparece en la fotografía adjunta -. Está situada en el lugar más elevado del pueblo. Desde allí se divisaba el perfil de las casas arracimadas hacia el castillo, las cruces del calvario y la airosa torre de la iglesia de San Juan Bautista. Esperábamos ansiosos la llegada de las caballerías, que acarreaban el cereal y lo esparcían formando un curioso círculo. Todos buscábamos la oportunidad de montarnos encima de la tabla del trillo y comenzar a rodar y rodar. Eso sí, intentábamos mantener el equilibrio y huir como de la peste de esos filos dentados que suponían un peligro para nuestra integridad física. Mientras tanto, la aventadora no paraba de expulsar un polvo insolente que llamaba nuestra atención, pero nos mantenía lo suficientemente alejados para evitar cualquier imprevisto.

      En Aliaga había dos eras un poco más grandes, como de más categoría. Eran las eras largas y las eras cortas. En ellas se concentraban varios corrales y se trillaban varias cosechas de mies al mismo tiempo. Las que más me gustaban eran las eras largas. En ellas, cuando llegaban las fiestas de septiembre, se celebraban diversos juegos populares como carreras de sacos, carreras de burros o la captura de un gallo que pendía de un palo alto en forma de cucaña. Todo ello ya pertenece al álbum olvidado de la memoria.

      Hoy las eras son lugares solitarios y desolados. Los pequeños corrales están abandonados o se han convertido en garajes o almacenes. Sólo queda el recinto cubierto de hierba y de maleza. Ha ocurrido lo mismo que con las otras eras, esas pequeñas parcelas o bancales que tapizaban las colinas del castillo y que se trabajaban año tras año para extraer de la tierra un fruto escaso pero necesario. Los tiempos han cambiado tanto en las últimas décadas, que nuestros hijos sólo conocen una acepción de la palabra ERA: período de tiempo más o menos amplio en que puede dividirse la historia. Las demás acepciones sólo quedan en ese mausoleo de las palabras que es el diccionario. Y en la memoria de los que vivimos esa época irrepetible.

(Encontrado en josemarco.blogia.com el 25-7-2.012)

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